En Septiembre hice el Camino de Santiago desde Estella con mi mujer, en bicicleta. Fue un viaje turístico y divertido hasta tal punto que al llegar a Santiago sentí más pena que emoción. Iba a volver con un par de amigos pero el Camino pasa por delante de mi casa y sentía su llamada. Como soy tímido y callado decidí ir sólo (con permiso de mi dueña) para relacionarme con extraños. Me receté una terapia de choque.
El 1 de Agosto de 2006 con lluvia y las alforjas llenas de ilusión, comencé a rodar desde Roncesvalles. Me propuse hacer el Camino en el doble del tiempo que hace normalmente en bici. Iba frenando, 6 horas para hacer 40 kilómetros es un simple paseo. El segundo día se pinchó la rueda delantera, arreglé el pinchazo pero la cámara quedó un poco retorcida en el interior de la cubierta. Daba pequeños saltos pero no lo arreglé porque quería que me recordara que debía ir muy despacio. He pinchado 5 veces.
Al principio apenas hablaba, después me desparramé en una continua conversación con distintos interlocutores. Cuando veía una mochila con piernas me acercaba despacio, y si al saludo-sonrisa respondía acompañado de una sonrisa, me apeaba y caminábamos juntos. He caminado la tira de kilómetros. En el Camino es muy fácil relacionarse, la gente está alegre y abierta, todos los días son domingo. Fui a hablar con extraños y me topé con personas. Te pasas el día saludando y sonriendo a los demás peregrinos, el saludo oficial es “Buen Camino”.
Cada uno con un motivo y una historia que contar. Cada uno hace su Camino. Un gesto que ni se me ocurriría hacer fuera del Camino, cenando solo en un restaurante veo que entra un tipo vestido con la etiqueta, rigurosa e inamovible, que usa todo peregrino tras la ducha: camiseta, pantalón corto y chancletas. Levanto el brazo y le increpo -” Eh tú, siéntate conmigo”. – “¿Yo?” -“Estás solo? – “Sí” – “Entonces siéntate conmigo”. De Levante, la mirada triste y el gesto cansado (se afeitaría a la vuelta). Tenía mi edad y se alegraba de no tener hijos, acababa de separarse de su esposa porque ella estaba todo el día chateando, después de follar también.
Al cuarto o quinto día pensé que me estaba volviendo un poco lerdo, la intensidad de emociones y sentimientos se multiplicó. Me tranquilizó saber que había muchos más como yo. Un joven de 27 años me dijo: Yo soy un chuleta pero tenías que haberme visto llorar a moco tendido en el Camino, preocupado porque pudiera llegar algún peregrino y me viera en ese estado.
Por la mañana no salía pensando qué iba a ver si no con quién me iba a encontrar. Una hospitalera me dijo: -“Recuerda, el Camino comienza cuando llegas a Santiago”. Tuve que empujar mucho la bici para entenderlo.
El buen rollo entre los peregrinos hace que parezca un cuento. Las estrellas iluminaban Hospital de Órbigo. Hacía más de una hora que los demás peregrinos dormían, yo charlaba en el exterior con una deliciosa niña que no tendría 20 años, yo tengo 48. – “Si me acercara a ti en una disco ni me mirarías a la cara y sin embargo ahora te tengo aquí hablándome de tus sentimientos”. Asintiendo con la cabeza respondió: -“Además eres un extraño al que no volveré a ver jamás pero lo que te estoy contando a ti no se lo puedo decir a mis amigas, creerían que me he metido en una secta”. Parecía que también me sonreía con el alma. Y me sentía feliz.
En El Acebo una viejita estaba sentada en una silla sacada de su casa: – “No sé qué tiene el Camino pero os veo pasar tan felices que me contagiáis”. Estoy seguro que se mete una buena dosis diaria de peregrinos.
Hay albergues muy variados, pero los que tienen hospitaleros voluntarios son los que los hacen especiales. Gente muy amable que hace el Camino sin caminar. Piter toma 15 días de vacaciones para caminar y otros 15 para trabajar de hospitalero. Al preguntarle su motivo me dijo que había hecho 3 veces el Camino y que había escuchado unas historias tan fuertes que decidió servir a los peregrinos. En un albergue de estos al preguntar el precio me dijo que era la voluntad, que cenaría y desayunaría gracias a la voluntad de los peregrinos del día anterior. Saqué de las alforjas una botella de vino rioja, una barra de pan y dos latas de conservas. Me sobró un poco de vino y se lo di a la hospitalera por si alguien quería terminarlo. Antes de la cena me apunté a la oración colectiva. Como entre los peregrinos había un cura italiano en vez de oración hubo misa en italiano con traducciones parciales al alemán y al español. La hospitalera leyó los 52 nombres de los peregrinos del día anterior y rezamos por ellos, al día siguiente leerían el mío. Cuando el cura sacó mi botella de rioja, vertió el vino en un cáliz y lo convirtió en sangre de Cristo se me hizo un nudo en el estómago. Cuando vi que metía la hostia en el vino antes de introducirla en la boca de los que comulgaban me levanté y comulgué después de siglos sin hacerlo. Después cenamos todos juntos y juntos todos nos fuimos a ver la puesta de sol.
Un holandés que había comenzado el Camino en su casa y enviaba una crónica diaria a su periódico me comentó que en una misa de peregrinos, el cura los puso a todos en círculo y a la hora de comulgar en vez de acercarse los feligreses al cura, este se acercaba a ellos. En el momento en que el cura se puso delante de él, dio un paso atrás y le dijo: – “No, yo soy protestante”. El cura dio un paso adelante y mientras le introducía la hostia en la boca le dijo: – “Tú aquí solo eres un peregrino”.
Pinché en una calle de Mansilla de las mulas, alforjas, bici volcada, rueda desmantelada y útiles para el arreglo esparcidos por el suelo. Todos los peregrinos que pasaban en bici me ofrecían su ayuda pero lo que me sorprendió es que también me la ofrecían los peregrinos que iban a pie, me preguntaba cómo podrían ayudarme. Pasaron dos autóctonos en bici y se limitaron a hacer un tímido saludo con la cabeza.
Fuera del Camino, el poderoso mira por encima del hombro al humilde. En el Camino uno ronca junto al otro y se prestan el Betadine.
El peso hace que mires muy bien lo que llevas y te enseña a vivir con el mínimo necesario. Una peregrina me decía: – “Si vieras la cantidad potingues que tengo en en mi baño y ahora me basta con dos cremas”.
Hay tantos tipos de peregrinos como motivos, pero básicamente los que he visto son:
Los que hacen una promesa o una apuesta. José, un navarro que dejó trabajo, familia y amigos para irse a vivir con su novia en Barcelona, al llegar ella le dijo que había conocido a otro. No dijo qué promesa pero estaba hecho polvo.
Los deportistas, que andando o en bici hacen un montón de kilómetros al día. Había caminantes que hacían más kilómetros que yo.
Los turistas, como yo el año pasado. Turismo, deporte y relax barato.
Los religiosos, conocí a uno de unos 70 años al que le corté las uñas de una mano porque él no podía. Estaba a mitad de Camino y llevaba 3 meses en Él. Tenía numerosas cicatrices y heridas en las piernas. Sólo podía hacer unos pocos kilómetros al día, caminaba como un chimpancé erguido. Era argentino y me contó que estando en una silla de ruedas por culpa de una distrofia muscular, le llamó un amigo y tras 6 meses de masajes lo puso en pie. – “Cómo lloraba mi amigo cuando le dije que estaba haciendo el Camino de Santiago”.
Los pirados: Dicen que el Camino es el mayor sanatorio del mundo y tal vez haya que estar un poco tocado para ir pero me encontré con 2 que tenían las tejas casi desmoronadas.
Los que hacen el Camino interior, se buscan a sí mismos y buscan respuestas.
Los adictos, que repiten una y otra vez; conocí a varios que lo hacían por novena y décima vez, uno la decimonovena. El 8 de Agosto tomé unos tragos con Pepe, un tipo grande, corto vocabulario, larga melena, tripa cervecera, 7 veces el Camino, la última el mes pasado y me decía apretando el puño: Macho, yo es que necesito el Camino.
Los que van por la cara pidiendo comida y limosna a los demás peregrinos, vi a 3.
Los turistas que van a por la Compostelana. La dan al que hace un mínimo de 100 kilómetros a pié o 200 en bici. De repente una muchedumbre invade el Camino, miles de rostros pálidos ocultan la piel tostada por horas de exposición al sol. Dormí 2 veces en el suelo porque corren a ocupar el siguiente albergue y lo saturan enseguida. Me encontré en un bar a un alemán jubilado y pomposo saboreando una copa de brandy, era guía y había ido más de 80 veces a Santiago. Decía que es normal que estén desbordados los albergues porque Santiago de Compostela es famoso en el mundo entero y todos los católicos quieren peregrinar a él. Yo creo que más famoso que Santiago es su Camino y curiosamente comienzan en el kilómetro 100 hasta Santiago, no más lejos para no caminar más ni más cerca para no quedarse sin el papelillo. Si les dieran el papel por hacer un mínimo de 1 kilómetro se apelotonarían un poco pero estarían libres los albergues. Al recoger la compostelana, los que sabemos de qué va, decimos que vamos por motivos religiosos porque es mejor papel, está escrita en latín y es más bonita.
En 2005 aunque fue un viaje turista tuve la extraña sensación de que el Camino estaba vivo, que nos ayudaba. Esta vez también he tenido la misma sensación. Faltaban menos de 100 kilómetros y parecía que íbamos en procesión en vez de peregrinación. Las flechas amarillas se veían claramente pero el Camino se perdía entre la masa, tuve un impulso e hice 2 etapas en un día. Tenía que tomar el tren de vuelta el día 21 de Agosto, en él murieron 6 personas y 25 resultaron heridas en Villada (Palencia), yo volví el día anterior por el impulso. Una buena excusa para volver al Camino, peregrinar para agradecérselo al Santo.
Volveré a pié, pero en vez de adelantar a los demás, ellos me adelantarían a mi. Muy despacio, con intención de hacer 10 kilómetros en 6 horas pero dejándome empujar por el Camino. Ya que me es imposible emplear tanto tiempo para hacerlo de un tirón, lo haré por etapas. Aunque sea un chute de una semana de Camino en la vena al año.
Si sientes la llamada del Camino haz lo posible por ir. Si vas a hacer el Camino ve sólo o sola, los que van en pareja o grupo se cierran al resto. Los que van solos van con muchos otros.
Era temprano, fuertes e intermitentes chaparrones me hacían guarecerme bajo el primer árbol que encontraba. Oí música por delante y pensé que me acercaba a un pueblo en fiestas patronales pero la exuberante vegetación gallega no me permitía ver nada hasta que tropecé con dos muchachos valencianos. A causa del volumen de la música que salía de sus mochilas saludaban a gritos a los demás peregrinos. Parecía que habían derrapado en la ruta del bakalao y habían caído al Camino. Uno de ellos me dijo: -“El Camino son las Personas”.
He hecho 6 veces el Camino y, como es virgen porque siempre son personas distintas, volveré otra vez. “Caminante no hay camino…”

Camino de Santiago