Estaba sentado en mi escritorio cuando me acordé de una llamada telefónica que tenía que hacer.
Encontré el número telefónico y lo marqué.
Me contestó un tipo malhumorado diciendo:
– “Hola?”
– “Soy Alfonso Vélez, ¿podría hablar con Andrea Jaramillo, por favor?”, dije amablemente.
De repente sentí que me colgaba el teléfono. No podía creer que existiera alguien tan grosero. Después de esto, volví a buscar en mi directorio telefónico el número de Andrea por si me había equivocado al marcar.
Efectivamente, el error era que ella había traspuesto los dos últimos dígitos de su número. Después de hablar con Andrea, observé ese número erróneo todavía sobre mi escritorio.
Decidí llamar de nuevo al “pibe” aquel. Cuando la misma persona descolgó no esperé a que contestase y le dije: “Eres un Hijoputa”, y colgué rápidamente. Inmediatamente escribí junto a su número telefónico la palabra “Hijoputa” y lo dejé en mi listín telefónico.
Cada par de semanas, cuando yo estaba pagando cuentas o con un mal día, lo llamaba, él contestaba y yo le decía “Eres un Hijoputa”.
Esto me servía de terapia contra el estrés y me hacía sentir realmente mucho mejor.
Unos meses después, la compañía de teléfonos introdujo el servicio de identificación de llamadas, lo cual me entristeció porque tuve que dejar de llamar al “Hijoputa”. Entonces, un día tuve una idea: marqué su número telefónico, escuché su voz diciendo:
-“¿Hola?” y me cambié de identidad:
– “Hola, le llamo del departamento de ventas de la compañía de teléfonos para ver si conoce el servicio de identificador de llamadas”.
– “¡No!” Y me colgó el teléfono, como de costumbre.
Rápidamente lo llamé de nuevo y le dije:
– “Eso es porque eres un Hijoputa”.
La razón por la cual les cuento esta historia, es para mostrarles que si hay algo que realmente molesta, siempre se puede hacer algo al respecto: sencillamente, marque el 823 48 63.
La anciana se estaba tomando mucho tiempo para sacar el auto de su espacio en el aparcamiento. Incluso llegue a pensar que nunca se iría.
Finalmente su coche empezó a moverse y a salir muy lentamente.
Dadas las circunstancias, decidí retroceder mi auto un poco para darle a la anciana todo el espacio que necesitara: “¡Grandioso!”, pensé, “finalmente se va…”
Inmediatamente, apareció un Ford negro en sentido contrario y se abalanzó sobre el hueco que había dejado la anciana y por el que yo estaba esperando. Comencé a tocar la bocina y a gritar: “¡ No puede hacer eso! ¡Yo estaba aquí primero!”. El tipo del Ford simplemente se bajó, cerró el coche y se fue hacia el centro comercial ignorándome como si ni siquiera me hubiera escuchado. Ante su actitud pense: “¡Este tipo es un Hijoputa, con toda seguridad hay una gran cantidad de hijos putas en el mundo.!”.
Fue entonces cuando vi un letrero de “SE VENDE” en la ventana trasera de su Ford. Entonces anoté su número telefónico y me fui a buscar otro aparcamiento.
Un par de días después, estaba sentado en mi escritorio en casa y acababa de soltar el teléfono después de mi terapia marcando el 823 48 63 (diciendo “Eres un Hijoputa”), cuando vi el número del tipo del Ford negro y pensé: “Debería llamar también a este otro “hijoputa”.
Después de un par de timbradas, alguien contestó y dijo:
– “¿Hola?”.
– “¿Hablo con el señor del Ford negro para la venta?”, le pregunté yo.
– “Sí, habla Ud. con él”, dijo.
– “¿Podría decirme dónde puedo ver el coche?”
– “Sí, por supuesto. Vivo en la Calle San Juan, esquina con la calle San Pedro, es una casa amarilla y el coche esta aparcado enfrente de ella”.
– “¿Cuál es su nombre?”, Pregunté.
– “Mi nombre es Eduardo Pérez”, me contestó.
– ¿”Qué hora sería apropiada para encontrarme con usted, Eduardo?”, pregunté.
– “Me puede encontrar en casa por las noches”.
– “Escuche Eduardo, ¿puedo decirle algo?”
– “Sí, claro”, me respondió.
– “¡Eduardo, eres un Hijoputa de la hostia!”, y colgué el teléfono.
Después de colgarle, incluí el teléfono de Eduardo Pérez en la memoria de mi teléfono. Por un momento las cosas parecían estar saliendo muy bien para mí. Pero ahora tenía un problemilla: tenía dos “hijoputas” para llamar. Después de varios meses de llamar al par de “hijoputas” y colgarles, la cosa ya no era tan divertida como antes.
Este problema me pareció muy serio y pensé en una solución. En primer lugar, llamé al “Hijoputa 1”. Un tipo grosero me contestó: “Hola”, y entonces yo le dije “Hola Hijoputa”, pero no colgué. Entonces, el Hijoputa me dijo:
– “¿Estás ahí?”.
– “Síííííííííí”, le dije yo.
– “Deja ya de llamarme”, me dijo
– “Nooooooooo”.
– “A ver, ¿cuál es tu nombre, desgraciado?”, preguntó.
– “Eduardo Pérez”.
– “¿Y en dónde vives?”, volvió a preguntarme.
– “En la Calle San Juan, esquina con la calle San Pedro, es una casa amarilla y tengo mi coche, un Ford negro, aparcado enfrente de ella”,le dije.
– “Voy para allí ahora mismo, Eduardo. ¡Tú sí que eres un hijoputa! ¡Ya puedes ir rezando lo que sepas, so cabrón!
– “¡¡Uuuuuf, sí??¡¡Que miedo me das, Hijoputa!!”, y colgué el teléfono.
Inmediatamente después, llamé al “Hijoputa 2”. El tipo contestó:
– “Hola?”
– “¡Hola Hijoputa!”, saludé.
– “Si te llego a encontrar, eres un…”, me dijo.
– “¿Y tú qué…, hijoputa?”
– “¡Te voy a patear las tripas!”.
– “¿Síííí? Bueno, esta es tu gran oportunidad. Voy para tu casa, ¡Hijoputa!”, y colgué. Finalmente, tomé el teléfono y llamé a la policía.
Les dije que estaba en la Calle San Juan, esquina con la calle San Pedro y que iba a matar a mi novio homosexual tan pronto como llegara a la casa.
Luego hice otra llamada rápida a “Madrid directo” para reportar al noticiero que iba a comenzar una guerra de pandillas en la Calle San Juan, esquina con la calle San Pedro. Después de hacer esto, me monté en mi coche y me fui a la Calle San Juan, esquina con la alle San Pedro, para ver el espectáculo. ¡¡¡Fue glorioso!!!
¡¡¡Observar a un par de hijoputas pateándose enfrente de 6 coches de policía y un helicóptero!!!.
¡¡¡Fue una de las mejores experiencias de mi vida !!!
Sé amable o… ¿Serás tú el siguiente de mi lista ..?