La jornada laboral actual es de 40 horas semanales repartidas en 8 horas diarias.
Usted no empieza a trabajar inmediatamente. Durante la primera hora usted trata de despertarse y de olvidar todas las cosas que podría estar haciendo en lugar de estar en la oficina. Nos quedan 7 horas.
A continuación hay que restar un mínimo de dos visitas a la máquina de café de unos 15 minutos cada una. Nos quedan 6.30 horas.
Las conversaciones con los compañeros sobre el fútbol, política o la nueva y maciza secretaria restan en total al menos 1 hora. Nos quedan 5.30 horas.
Las llamadas por teléfono a su pareja, a su madre, al banco, a la compañía del gas o a los amigos nos quitan otra 1/2 hora. En este momento le quedan 5 horas para trabajar.
Las visitas a la fotocopiadora y al fax son la excusa perfecta para darse un paseito por la oficina: 1/2 hora y nos quedan 4.30.
1/2 horita para el desayuno. Solo quedan 4.
La hora de la comida no cuenta como trabajada, pero se suele emplear una hora y media, así que nos quedan 3.30.
Visitas al lavabo, en total 1/2 hora. Aun podemos trabajar 3 horas.
Nadie trabaja al 100% durante 3 horas, sino que bostezamos, nos rascamos, miramos por la ventana, estiramos los brazos o simplemente nos quedamos con la vista fija en un punto haciendo ver que pensamos.
Todos estos elementos suman 2 horas.
Así que en total le queda 1 hora para trabajar… Será suficiente para hacer algo de provecho, pero eso era antes de que su jefe cometiera el error de darle acceso a Internet y leer esta clase de páginas web.
“Jesús Rodríguez”