En una estación de radio Canadiense, dan un premio de 1000 a 5000 dólares a la persona que contara una historia verdadera, que le hubiese sucedido y la hubiese puesto en una situación embarazosa, de aquellas que te dan ganas de tirarte de un quinto piso para abajo.
Ésta fue la historia que ganó los 5000 dólares:
” Tenía consulta en el ginecólogo marcada para esa semana, pero quedaron en llamarme para confirmarme el día y la hora de la consulta. De mañana temprano recibo la llamada de la telefonista del consultorio informándome que mi consulta había pasado para ese mismo día a las 9.30 hs. de la mañana.
Acababa de terminar el desayuno junto a mi marido y mis hijos y estaba pronta para comenzar con la tarea del día, eran precisamente las 8.45 hs. Entré en pánico, no tenía ni un minuto para perder…
Estoy segura que soy igual a todas las mujeres, que tenemos mucho cuidado y una particular atención en nuestra higiene íntima, principalmente cuando vamos al ginecólogo, pero esta vez ni siquiera me daba el tiempo para darme
una ducha.
Subí las escaleras corriendo, me saqué el pijama, agarré una toallita lavada y doblada que estaba encima del borde de la bañera, la desdoblé, la mojé pasándola después con todo cuidado por las partes “más íntimas” para tener la seguridad de que quedaría lo más limpia posible. Tiré la toallita en el canasto de ropa sucia, me vestí y volé para el consultorio.
Estaba en la sala de espera hacía pocos minutos cuando me llamaron para hacerme el examen. Como ya sé el procedimiento, me senté sin ayuda en el borde de la camilla e intenté como siempre hago, imaginarme muy lejos de allí, en un lugar así como el Caribe, o en cualquier otro lugar lindo, por lo menos a 10.000 kms de aquella camilla.
Me quedé muy sorprendida cuando el médico me dijo:
-“¡¡Oh lá lá, hoy de mañana hizo un esfuerzo extra para quedar más bonita!!”
No recibí muy bien el cumplido, pero no respondí…
Me fui a casa tranquila y el resto del día se desenvolvió normalmente: Limpié la casa, cociné, tuve tiempo de leer una revista, etc. Después de la escuela, ya terminados los deberes, mi hija de 6 años estaba pronta para ir a jugar cuando gritó del baño:
– ¡Mamá! ¿Dónde está mi toallita?
Grité de vuelta que sacase una del armario.
Cuando me respondió, juro que lo que me pasó por la cabeza, fue desaparecer de la faz de la Tierra. El comentario del médico, martillaba en mi cabeza sin descanso y mi hija me dice:
-“No mamá, yo no quiero una toallita del armario; quiero aquella que estaba doblada en el borde de la bañera. Fue en esa que dejé todas mis brillantinas y las estrellitas doradas y plateadas para jugar!! ”
” Eduardo O”